J DE "JUÁREZ"

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Éste es uno de 29 testimonios que he recogido entre gente metida en la Guerra contra el Narco. Los nombres y locaciones específicas han sido omitidas por seguridad. Lo he acompañado de un dibujo y mi definición sobre alguna de las 29 palabras que he escuchado mentar a esta gente. Aquí les dejo la palabra de esta semana: Juárez.

Ilustración por Gabriel Escalante.
I. “Juárez fue la última parada de una gira con el grupo en que chambié ese verano. O sea que su acordeonista se había enfermado. Yo creo que sí, el bato se había enfermado, pero de miedo a que lo quebraran. El güey estaba metido de malandro (siempre andaba armado) y seguro pensó que corría riesgo yéndose para aquella zona. A mí me valió madre y decidí quedarme una noche más agarrando la peda con una morrita, una vieja bien buena que conocí en el toquín. No me acuerdo ni cómo se llamaba, pero era una edecán que estaba trabajando en el evento. Cuando terminamos de tocar pasó con sus compas edecanes atrás para sacarse una foto con nosotros. Les dije, Morras: ¿a dónde será bueno caerle de aquí pa’ seguir echando desmadre? Y luego les ofrecí una chela. Mi morrita de volada me invitó a irme con ellas dizque a un antrillo. Nadie de la banda me acompañó, ya que todos se iban a regresar en autobús. Cuando llegué de la mano de la vieja me di cuenta que no habíamos caído a un bar o discoteca, sino a una casa. Las viejas todavía iban vestidas en minifalda de la Tecate y bien cargadas de maquillaje, o sea que no se habían quitado el uniforme. Me dijeron que a su “amigo”, el dueño del cantón, le gustaba verlas así. Pues quién sabe quién sería ese güey porque el cantón era una pinche casota bien grande, pero sin terminar. Estaba en obra negra y toda de adentro estaba iluminada por un chingo de velas. Un diyei estaba poniendo música electrónica. Me detengo un momento para aclarar que Juárez ya estaba súper caliente en ese tiempo, y aún así, pero por andar de caliente, dije Chingesumadre, vamos pa’ dentro. Tripié que toda la raza estaba súper morrita y hasta el culo de loquera. Todos los morritos estaban bien pinches tronados. Entonces me cayó el veinte de que las edecanes y sus compas, detrás del maquillaje, también tenían unos quince o dieciséis. Podría haberme abierto ahí, pero me siguió valiendo madre: estaba bien pedo y bien caliente. Subimos al segundo piso y ahí en el pasillo mi morrita sacó una bolsita de perico. Nos metimos unas puntas con la llave de su carro. Le pregunté que edad tenía. Se rió. Nos besamos. Luego volvió a tomarme de la mano y me metió a uno de los cuartos. Ahí estábamos fajando bien duro cuando entró un pinche cabrón gritando. Yo creo que era el dueño del cantón. Me llamó la atención que el bato era bien pinche amanerado y hasta risa me estaba dando, hasta que el güey sacó una fusca. Así de volada en cuanto la sacó me pegó un putazote en la nariz. Yo nomás vi el chorreadero de sangre  y me salí corriendo. La neta ni volteé para atrás. Corrí hasta afuera. La neta no sé si el bato tenía guarros o no, pero nadie me detuvo. Ya había pasado unas tres cuadras cuando me detuve y escondí detrás de un carro. Ahí me quedé en lo que me quitaba el saco manchado de sangre y me limpiaba la nariz. Entonces escuché un disparo. Luego otro. Supuse que eran de la pistola del bato ese.”

II. El cártel de Juárez, como ningún otro, es paradigma del narcotráfico mexicano moderno: patriarcal, misógino y simultáneamente global y postindustrializado. La relación del crimen organizado con los feminicidios locales prueba las dos primeras características; su relación histórica con la economía global (Amado Carrillo, fundador del cártel, es considerado pionero del tráfico de cocaína a escala masiva) prueba la tercera y cuarta.
No es casualidad que el número de muertes violentas se haya incrementado vertiginosamente en la ciudad desde 1994, cuando se firmó el Tratado de Libre Comercio. Fue en ese momento cuando también proliferó el establecimiento de maquiladoras en la frontera con Estados Unidos. La maquiladora y sus características (explotación de los trabajadores, mano de obra barata y exención de impuestos a empresas transnacionales) ejemplifica perfectamente las relaciones entre países en el escenario turbo-capitalista, que también es el marco de todos los tráficos ilegales operados por el crimen organizado. Durante los años 2008, 2009 y 2010 Juárez resultó ser la ciudad más violenta del mundo, de acuerdo a un estudio publicado por el Confederación Patronal de la República Mexicana, Coparmex.
Más de la mitad de los empleados de maquilas son mujeres de entre 16 a 25 años, aunque las hay hasta de 12 a 35 años. Desde la perspectiva industrial moderna, la mujer posee mejor habilidad para el ensamblaje, así como mayor tolerancia a condiciones de trabajo miserables. Sin embargo, este tipo de explotación, lejos de invertir los roles de la familia tradicional mexicana (e. la mujer, al trabajar fuera de casa, se convierte en el principal proveedor) los recrudece. Las jerarquías patriarcales del ámbito doméstico se adaptan al ámbito laboral, imponiendo nuevos dispositivos de control tras lo que el mundo corporativo denomina “femineidad productiva”. Estos van de la opresiva disciplina laboral a la erotización de las relaciones entre ensambladoras y supervisores. A eso hay que sumar que las figuras patriarcales convencionales (e. las autoridades gubernamentales) miran con desconfianza los ánimos de independencia y modernización de estas mujeres. Una suerte de pulsión misógina colectiva reacciona de manera hiperviolenta a este reacomodo de género: unas 400 mujeres fueron brutalmente asesinadas de 1994 al 2008 ante la complicidad del Estado y el crimen organizado; otras 700 hasta el 2011. Muchas de estas mujeres fueron encontradas a diferentes alturas del Eje Vial Juan Gabriel, uno de los más transitados. El narcotráfico, fenómeno integral de los mercados globales, ha comprado las policías juarenses. Como resultado, estos y otros crímenes han quedado impunes.
De tres mil 100 ejecuciones ocurridas en 2010, la ciudad registró en 2012 menos de 800. Sin embargo, la relación entre economía, violencia y patriarcado sigue revelándose cruda. Y abarca desde la estructura de su cártel, aún liderada por un miembro del clan Carrillo Fuentes, hasta el sometimiento que sigue perpetuando la industria maquiladora y la impunidad sobre la mayoría de asesinatos ejecutados en Juárez desde mediados de los noventa. 

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